lunes, 30 de marzo de 2015

Brillantitos: el álbum de figuritas en la memoria de la infancia (parte 3)

Todas las figuritas para nenas del primer tercio del siglo XX eran importadas de países europeos. Lentamente se incorpora la edición nacional de estampas, imágenes algo difusas en un principio e impresas en cartulina. Se vendían en las librerías, sueltas, pero podían completarse una serie. Son ejemplos las colecciones “Laureles”, con una secuencia de estampas del cuento árabe “Alí Baba” y “Caperucita Roja”; “Trébol”, con imágenes de los cuentos clásicos “Blancanieves”, “Los tres pelos del Diablo”, “El tamborcito” y “Aladino”. La impresión empieza a hacerse sobre papel ilustración, dando más nitidez a las imágenes y vivacidad a los colores.
En los años 50´, ingresan al país, importadas de Alemania, Holanda y España, las primeras figuritas de brillantes en “planchitas”, como serie de estampados troquelados unidos entre sí por tiras delgadas de papel. Estas impresiones son de alta calidad, colores brillantes, imágenes modernas y actualizadas, con la novedad del adhesivo de brillantina.
Para coleccionar las figuritas alemanas se edita en el país el álbum “Fantasía”, uno de los primeros álbumes de figuritas con brillantes, que en la década del 60, impactan a las nenas con maravillosas figuritas con motivos de cuentos, escenas hogareñas, vestidos y tocados, angelitos y la Navidad en las colecciones “Caperucita Roja”, “Blancanieves”, “La Cenicienta”, “Princesita” y “Brillantitos”.



1963, El Libro de la Fantasía



Claudia y Patricia son primas hermanas; tienen la misma edad; viven en el barrio de Núñez. En 1965 tienen ocho años y juntas están coleccionando el álbum de “Blancanieves”. Claudia recuerda: “A dos cuadras de casa, en Republiquetas, estaba la librería de don Miguel. Todas las tardes íbamos con Pati a comprar dos paquetes de figuritas cada una. El papel del sobre era crujiente y nos latía el corazón con fuerza cuando lo abríamos. Las figuritas eran hermosas y buscábamos con emoción las que nos faltaban. También venían en algunos sobres unas figuritas en blanco con la palabra impresa “Premio”. Pati se ganó un espejito dorado que canjeó con don Miguel.”
Patricia agrega: “Como éramos dos nos resultaba más o menos fácil ir completando los álbumes pero, como en ese momento había figuritas “difíciles”, en general nos terminaban faltando la misma a las dos. Nuestras mamás se sumaban a la expectativa y nos compraban de a diez paquetitos. La emoción al abrirlos era enorme y sacar la “difícil” (que sabíamos que había una o dos en cada caja de sobres) suponía una fiesta, pero no era sencillo. Una tarde, la mamá de Claudia, tía Beba, nos dio la sorpresa de comprar la caja entera, llena, con los cien sobrecitos. Nos recuerdo a las cuatro, mamá, tía Beba, Claudia y yo, abriendo los sobrecitos de “Blancanieves”, en la cocina de casa, rodeadas de figuritas, sobrecitos y brillantes. Las dos completamos el álbum esa misma tarde”



1965, Blancanieves 

lunes, 16 de marzo de 2015

Discos, ¿de pasta o de vinilo?

Los discos son reproductores de audio que, con mayor o menor fidelidad, permiten escuchar voces, música y otros sonidos grabados en forma mecánica analógica y almacenados en los surcos de un disco de pasta o vinilo.
Los giros en la bandeja, a la vez que la púa del tocadiscos pasa por los surcos, provoca vibraciones entre el disco y la aguja que son convertidas en señales eléctricas procesadas para ser audibles a través de los parlantes.
En el año 1925 se grabó el primer disco en forma eléctrica, reemplazando paulatinamente a los discos de reproducción mecánica, en gramófonos y fonógrafos.
Los discos de pasta, fabricados en base a goma laca, son pesados y quebradizos y se produjeron hasta la década del 50´, en las que fueron finalmente reemplazados por los vinilos, mucho más livianos y resistentes al uso reiterado.
Con variaciones en los tamaños (diámetros de 17.5, 25 y 30 cm) y velocidades de giro (16, 33 1/3, 45 y 78 RPM, revoluciones por minuto), grabados en sólo una o en ambas caras, fueron líderes indiscutibles del mercado musical, compitiendo por un tiempo con el cassette, hasta ser reemplazados casi totalmente por los formatos digitales.
La fidelidad en la reproducción de los sonidos hace que los más exigentes valoren el disco de vinilo y lo preserven, teniendo cada vez más seguidores. Esto generó en los últimos años el resurgimiento de grabaciones en vinilo de grupos y álbumes, interés que va en aumento en los sellos discográficos.

Bee Gees, Fiebre de sábado por la noche, 1977


Es habitual encontrar discos de vinilo usados en ferias y mercados de pulgas, así como en anticuarios. Y, cada vez más, nuevas ediciones en disquerías.
Desde el año 2008 se celebra anualmente la “Feria Internacional de Discos de Buenos Aires” y desde 2013 se organiza “Buenos Aires en vinilo”, ambas de gran interés para apasionados, coleccionistas y curiosos.


Intérpretes Varios, El sótano beat, 1969


En los 70´bailábamos con temas propios y ajenos, interpretados por grupos nacionales o intérpretes que cantaban en idioma extranjero. Éramos fans de los programas de la tele que pasaban esta música y nos enseñaban algunos pasos para seguirla después en el boliche y ¡claro que en los bailes de carnaval!. Alguien se acuerda de...

1971

1972

1974

1980

circa, 1971




jueves, 5 de marzo de 2015

Brillantitos: el álbum de figuritas en la memoria de la infancia (parte 2)

“Jugar a las figuritas”, “coleccionar figuritas”, “cambiar figuritas” son expresiones que nos conducen hacia determinados objetos culturales: las figuritas y el álbum de figuritas, asociados, en general con la infancia.
La memoria se colorea de tonos cálidos y casi es fácil pensarse como niño y niña que juega, imágenes que se hacen cada vez más nítidas y se enriquecen con el ambiente que nos rodea, los objetos más próximos, los compañeros con los que compartimos el juego, los adultos que están presentes.
Las figuritas casi siempre nos generan una respuesta emotiva. Cuando preguntamos, vemos en el adulto un breve destello antes de responder, los ojos brillan, se esboza una sonrisa y por un instante, antes de responder, pareciera que el adulto se ha ido a otra parte, un lugar lejano en tiempo y espacio pero, indudablemente feliz.
Las respuestas son casi inmediatas, el recuerdo está presente y lo que se escucha decir a la gente grande es: “Si..., figuritas. Yo tenía”; “Jugábamos un montón con mis hermanos”; “Esperábamos el recreo en la escuela para jugar con mis amigos”; “Las guardaba en una caja, que estaba llena”.
Y, en la mayor parte de los casos, casi de manera inevitable, a continuación del recuerdo grato, la pregunta: “¿Dónde están mis figuritas?”, o “¿Qué hice con mis álbumes de figuritas?”, como una leve sombra sobre el momento agradable.
Las memorias son muy vívidas; la pérdida del objeto, es difuso en el recuerdo. Tal vez porque también es borroso el paso de las niñas y los niños a jóvenes primero y adultos después.
Hemos pasado horas enteras jugando a las figuritas, coleccionándolas, intentando con ahínco completar el álbum, canjeando las repetidas por las que nos faltan, atesorando las más bonitas, originales o difíciles. Mucho tiempo de nuestra niñez transcurrió disfrutando este juego. Entonces, ¿cómo no valorarlas?
¿Por qué no “ir al rescate” de la figuritas y del álbum de figuritas como objeto cultural popular? ( y , como tales, portadores de un significado social, objetos que forman parte de nuestro patrimonio).
Tenemos la posibilidad de pensar la actividad como proyecto adulto, apreciando el coleccionismo, como actividad de goce del tiempo libre.
Es posible recopilar relatos y anécdotas, que tienen en común el mismo país y el mismo afecto entrañable por las figuritas de colección, y aportan a la memoria sobre la infancia:
Haydee es la mamá de Patricia, una querida colega. Nació en Pergamino, provincia de Buenos Aires, en febrero de 1927. Me prestó, para disfrutar, junto con una serie de recomendaciones, una antigua caja de madera llena hasta el tope de figuritas. Objeto que Haydee atesoró por casi setenta años. La mayor parte de las estampas son de formato cuadrado, en distintos tamaños y con impresión en relieve y representan imágenes de animales, de granja, de la selva, exóticos. Otras son troqueladas, también en relieve, con colores más vivos y reproducen flores, pájaros, niños e imágenes de ángeles y de San Nicolás. 

Figuritas troqueladas y cromos de Haydeé (mamá de Patri B.)

Haydee  relató:
“Nací en Pergamino y fui a la escuela del barrio. En los recreos o después de clases corría a jugar a las figuritas. Las poníamos en un librito de lectura, en una de las tapas, y lo hacía girar muy rápido hasta que la otra nena decía basta. Si quedaba en la tapa de arriba, ganaba la nena. Así yo misma gané muchas de las figuritas que todavía tengo”.
Pergamino, el barrio, la escuela, las compañeras. Todos recuerdos gratos en la memoria de Haydee asociados a las figuritas; la memoria de la infancia en pequeños trozos de papel.


Cromos gigantes de Haydeé (mamá de Patri B.)